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Circula el libro El mundo de Francisco - Bergoglio y la política internacional (Actualidad e historia)

12 de abril de 2016
Circula el libro El mundo de Francisco - Bergoglio y la política internacional (Actualidad e historia)

Pascuale Ferrara es diplomático y un dedicado estudioso de las relaciones internacionales y de la actualidad mundial. En el libro analiza los tres años del papado de…

Ferrara analiza el gobierno pastoral de Francisco y su particular enfoque de las relaciones y la política exterior de El Vaticano para concluir que el papa Bergolio está llevando a cabo una especie de reconceptualización auténticamente católica de la política internacional

«¿Con cuántas divisiones cuenta el Papa?», preguntó Stalin para hacer ver que el Estado más pequeño del mundo no tenía ejércitos y, por lo tanto, contaba poco a nivel internacional. De hecho, la Santa Sede no tiene intereses propios particulares que defender; de la misma manera sería reductivo analizar su actividad internacional según las categorías de la geopolítica. Pero esto no significa, obviamente, afirmar que las acciones del Papa en el escenario internacional no tengan valor geopolítico, sino más bien reconocer que lo que origina estas actividades de diálogo con todos y el intento de construir puentes hacia todos es un «motor» muy particular.

Las visitas del Papa revelan, en efecto, un doble registro: uno relacionado con lo concreto de las fracturas locales y regionales; el otro, mucho más amplio, conectado con sus repercusiones globales. En todos estos contextos, Papa Bergoglio habla a un público mucho más vasto del que habita en el territorio, utilizando los puntos rojos locales como metáforas de fracturas de dimensiones planetarias. El volumen afronta las principales cuestiones de la polaca exterior de Francisco: desde la crítica a los actuales modelos económico y político hasta la obra de reconciliación en el Medio Oriente, sin descuidar a los países de América Latina y del sur del mundo.

Pero principalmente, Papa Francisco, escribe en el prefacio el Ministro del exterior italiano, Paolo Gentiloni, «ha cambiado el tono del discurso político mundial, con el llamado a un diálogo serio, a la inclusión, a la estigmatización de la ‘globalización de la indiferencia’, y a poner al centro de la agenda internacional la dignidad de la persona, invitando a ver al mundo desde la ‘periferia’. Se trata de conceptos esenciales —observa Gentiloni—, mientras van resurgiendo las barreras y los nacionalismos en la Europa que afronta los flujos de migrantes y refugiados. La comunidad internacional debe atesorar el llamado del Santo Padre a actuar con la conciencia de la interdependencia entre los pueblos y con el objetivo compartido del bien común».

Por ejemplo, se puede notar muy bien al ver de qué manera afronta Papa Francisco el tema de las migraciones. Su decisión de ir a Lampedusa en su primer viaje fuera de Roma indica cuáles son sus prioridades. «Lampedusa es un ícono —observa Ferrara— que representa la sutil frontera entre la acogida y la exclusión de los migrantes que principalmente huyen de guerras, tensiones, dictaduras, pobreza, condiciones de vida de extremo malestar, en un escenario que Papa Francisco ha definido en varias ocasiones como la ‘globalización de la indiferencia’». Una denuncia que incluye no solo a los migrantes que tratan de huir de las tragedias «tradicionales», sino también a los que son víctimas de nuevos fenómenos, relacionados, por ejemplo, con el cambio climático.

La lectura de Francisco de las relaciones nacionales e internacionales al retomen migratorio es muy crítica, pero no pretende ser antagonista y propone cambios estructurales más allá de la retórica de la emergencia. El Papa pide a Europa, por ejemplo, que tenga mayor conciencia: «¡No se puede tolerar que el Mar Mediterráneo se convierta en un gran cementerio!», dijo en el Parlamento Europeo. Los países del Viejo Continente, en lugar de intentar «soluciones particularistas», deberían poner en el centro de sus acciones «la dignidad humana de los migrantes»; Europa será capaz de afrontar los complejos problemas relacionados con la inmigración proponiendo con claridad «la propia identidad cultural» y creando leyes «adecuadas que sepan tutelar al mismo tiempo los derechos de los ciudadanos europeos y garantizar la acogida de los migrantes», así como «políticas correctas, valientes y concretas que ayuden a sus países de origen en el desarrollo socio-político y en la superación de los conflictos internos (causa principal de tal fenómeno), en lugar de las políticas de interés que aumentan y alimentan tales conflictos. Es necesario actuar sobre las causas y no solo sobre los efectos».

Francisco observó, con mayor fuerza, ante el Parlamento Europeo: «ha llegado la hora de construir juntos la Europa que gira no alrededor de la economía, sino de la sacralizada de la persona humana, de los valores inalienables… Ha llegado la hora de abandonar la idea de una Europa atemorizada y plegada sobre sí misma para suscitar y promover una Europa protagonista, portadora de ciencia, de arte, de música, de valores humanos y también de fe. La Europa que contempla el cielo y persigue ideales; la Europa que ve y defiende y tutela al hombre; ¡la Europa que camina sobre la tierra segura y firme, punto de referencia precioso para toda la humanidad!».

La actual oleada migratoria, con todas sus emergencias, «parece minar las bases de aquel ‘espíritu humanista’ que Europa ama y defiende desde siempre. Sin embargo, no se puede permitir perder los valores y los principios de humanidad, de respeto por la dignidad de cada persona, de subsidiaridad y de solidaridad recíproca, aunque puedan constituir en algunos momentos de la historia un peso difícil de soportar». Europa no puede perderse justamente en el momento en el que está llamada a reaccionar teniendo en cuenta su «gran patrimonio cultural y religioso», encontrando «el correcto equilibrio entre el doble deber moral de tutelar los derechos de los propios ciudadanos y el de garantizar la asistencia y la acogida de los migrantes», como observó Francisco durante el discurso al Cuerpo diplomático del pasado 11 de enero.

Con esta conciencia, el Obispo de Roma, en compañía del Patriarca Ecuménico de Constantinopla y del Arzobispo de Atenas, el sábado próximo hará una visita relámpago de pocas horas a la isla griega de Lesbos, que se ha convertido en símbolo de la tragedia de los refugiados y de los migrantes que huyen de las guerras en Siria e Irak, y de las persecuciones de llamado Estado Islámico.

Una visita, concluye el autor del libro, que tal vez «de manera no completamente adecuada es definida en términos de ‘soft-power’, es decir como capacidad de influencia transnacional que se materializa en el uso de instrumentos dialógico-discursivos, como la argumentación, la persuasión, la exhortación, la denuncia cuando es necesario. Tal vez son estas las verdaderas ‘divisiones del Papa’, sobre las que, según se narra entre mito y realidad, preguntaba Stalin».

 

 

 

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