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LITURGIA Septiembre13   ¿Qué quiere decir ser salvado por Jesús?

10 de septiembre de 2015
LITURGIA Septiembre13   ¿Qué quiere decir ser salvado por Jesús?

El episodio del evangelio de la Misa de este domingo pone ente nosotros el principio y fundamento de nuestra fe: «Tú eres el Mesías». Llegamos así al centro del relato…

Reconocemos tres partes en el evangelio de hoy; en la primera parte tenemos dos preguntas de Jesús, en la segunda un anuncio de la pasión y en la tercera una exhortación al seguimiento. La forma del ‘íncipit’ del leccionario colombiano, «Llegó el día en que Jesús, yendo de camino…», nos hace pensar de entrada en un acontecimiento esperado.

La mención del ‘camino’ es importante dentro de la lectura que estamos siguiendo los domingos en la Misa, junto con las dos ocasiones en las que se conjuga el verbo ‘empezar’. Hay aquí una clave para seguir el relato: hoy empezamos a leer el camino de Jesús hacia Jerusalén. Este camino hacia Jerusalén va develando la identidad de Jesús al tiempo que se pone de manifiesto la dificultad de los discípulos para asumir el estilo mesiánico de Jesús.

Jesús pregunta sobre su identidad para dos grupos, en primer lugar para la gente. La percepción que la gente tiene sobre Jesús, presentada aquí por los discípulos, manifiesta asombro y lo vinculan a Él con algo misterioso: es «Juan el Bautista» que habrá vuelto a la vida; es Elías, que no murió, fue arrebatado al cielo y retornará para anunciar la llegada el Mesías; es alguien que tocándolo produce curaciones, es el exorcista que tiene pacto con Beelzebú. Tenemos supersticiones que estimulan en el pueblo sencillo la esperanza de salvación.

Luego pregunta sobre su identidad a los mismos discípulos: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?» Este es el tema central de la primera parte. Al inicio del camino hacia Jerusalén, Jesús nos invita a considerar quién es Él, precisamente porque únicamente en este camino, que concluye con la entrega de su vida, es donde el discípulo puede comprender el mesianismo de Jesús. Esta primera parte concluye con la orden a los discípulos de no revelar a otros que Jesús es el Mesías. Es preciso seguir el camino hasta Jerusalén para conocer la auténtica identidad del Mesías.

En la segunda parte tenemos un anuncio de la pasión de Jesús, este anuncio del desenlace de la vida de Jesús parece un resumen del relato de la pasión, muerte y resurrección. En esta segunda parte encontramos dos veces el verbo ‘empezar’: «[Jesús] empezó a enseñarles (…) Esto se lo decía ya claramente» y «Pedro lo llamó aparte y empezó a ponerle reparos». Esta es una clave para comprender el texto que estaremos leyendo los domingos siguientes.

Jesús empieza a revelar a sus discípulos su identidad como Mesías y lo hace ‘claramente’; así traduce el leccionario el griego ‘parresía’: con valentía, abiertamente.

Por su parte, Pedro también empezó a poner reparos al proyecto que anuncia Jesús, pero Pedro no habla con ‘parresía’ sino que se lleva a Jesús y le habla como en secreto. Tenemos, entonces, que iniciamos la lectura de dos historias entrelazadas: la Jesús revelando su identidad de Mesías y la de Pedro (y los discípulos) manifestando su inconformidad e incomprensión.

La reprensión de Jesús a Pedro, «¡Déjame seguir mi camino, Satanás, que tus ideas no son las de Dios sino la de los hombres!», está manifestando que la salvación que Dios ofrece por medio de su Mesías no es obra humana, es obra de Dios y los hombres tiene dificultad para comprenderla. Estamos ante el mensaje central del texto del evangelio de hoy.

En la tercera parte, la exhortación al seguimiento, Jesús amplia para la multitud el sentido de la salvación que Dios nos ofrece. Jesús invita a una opción radical por el Reino.

Esta radicalidad la complementa con la advertencia: «Porque el que quiera salvar su vida, la perderá». Es decir, el hombre no se basta a sí mismo, no puede encontrar en sí mismo la plenitud de vida. Jesús explica que la salvación se encuentra saliendo de uno mismo para seguir el estilo del Evangelio. La salvación consiste en compartir con Jesús su destino.

Fijémonos a qué nos llama y qué nos propone el Padre del cielo: ser como el Hijo de Dios hecho hombre. Esta manera de presentar la salvación nos hace pensar que de alguna forma todo ser humano es comparable con Jesucristo. Así las cosas, la salvación no es obra de hombres sino actuar de la misericordia de Dios que va apartando de cada ser humano aquello que está ensombreciendo en él la imagen de Jesucristo.

 

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