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LITURGIA Noviembre 19 Marginarse del Reino por una falsa imagen del Dios

16 de noviembre de 2017
LITURGIA Noviembre 19 Marginarse del Reino por una falsa imagen del Dios

Llegando a la terminación del Año litúrgico, en el evangelio de la misa estos últimos domingos venimos leyendo el quinto discurso de Jesús en el evangelio según san…

La historia narrada como parábola en el evangelio de este domingo (Mateo 24, 14-30) pertenece a la serie de parábolas que invitan a estar preparados para la venida del Hijo del hombre. En la historia de los tres siervos se diferencian claramente tres partes, en la primera, antes de salir de viaje, un propietario encarga a tres siervos unas responsabilidades; la segunda parte refiere las actividades que desarrollan los servidores después de la partida del amo y, finalmente tenemos el regreso del amo y con ello el tiempo de la presentación de los resultados de la gestión de los tres siervos.

En la segunda y tercera partes la narración agrupa a los dos primeros siervos y los diferencia del tercero, los dos primeros asumen igual comportamiento durante la ausencia del amo y son recompensados de manera similar: «El que había recibido cinco talentos fue enseguida y empezó a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos». Con el tercero de los siervos la situación es diferente. De esta forma la historia contada nos invita a fijar nuestra atención en este último siervo. Aquí precisamente está el mensaje que quiere trasmitir la parábola.

Evidentemente lo narrado en la segunda escena de la parábola está en función de crear en el lector la expectativa que lo lleve a querer conocer no solo el resultado de la actuación del tercer siervo sino también su motivación para obrar como obró. Contrario a lo que hicieron sus colegas, el tercer siervo «fue a hacer un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor». ¿Qué movió al siervo a obrar de esa manera?

Intentemos encontrar una respuesta a partir del informe que él mismo siervo ofrece de su gestión: «Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces, tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo». En primer lugar fijémonos que en este testimonio se echa en falta una relación personal, el siervo tiene un conocimiento de oídas; probablemente los comentarios de otros o las habladurías de la gente llevan a este personaje a ‘hacerse una imagen’ de su señor.

Este ‘hacerse una imagen’ del señor, si lo referimos a Dios, nos pone ante el tema de la idolatría que denuncia reiteradamente el Antiguo Testamento. Es claro que nosotros llegamos a la fe por tradición, esto es, por el testimonio de otros que nos han trasmitido la experiencia de Dios en su vida, pero esos testimonios de otros no son más que una preparación y un estímulo para que cada uno busque llegar a una experiencia personal del encuentro con Dios. Quien no busca y propicia esta experiencia de encuentro personal con Dios queda expuesto a la situación de la idolatría, esto es, al hecho de encontrarse siguiendo y relacionándose con las ‘ideas’ que uno mismo se ha hecho de Dios a partir de lo que cuentan otros.

Volviendo a la parábola, este conocimiento de oídas llevó al tercer siervo a moverse entre la protesta y el desengaño. De una parte el siervo manifiesta su inconformidad ante un amo al que caracteriza como codicioso, pues siega donde no sembró y recoge sin invertir. Un capitalista neoliberal, dirían en nuestro tiempo. De otra parte, esta elaboración de una imagen del amo lleva al siervo a no querer ningún vínculo con él: «Aquí tienes lo tuyo». El tercer servidor termina marginándose del proyecto de su señor.

Pensamos que este es el mensaje que busca trasmitir la parábola del evangelio de la misa de este domingo. Hay que tomarse en serio la voluntad de Dios y asumir el Reino como proyecto que ha comenzado a realizarse en cada uno de nosotros, sin embargo, el proyecto del Reino puede verse frustrado por falsas imágenes de Dios que infunden miedo ante el presente y por ello atan la libertad. Una falsa imagen de Dios puede ser punto de partida para una vida mojigata o para asumir una actitud defensiva y estéril.

El problema focal que asume el PlanE de nuestra arquidiócesis comienza por señalar una débil adhesión a la persona de Jesucristo y al proyecto de su Reino, lo que nos impide leer e interpretar la salvación como proyecto que se está realizando ya entre nosotros; situación muy similar a la del tercer siervo de la historia que leemos en el evangelio de este domingo. A partir de ello se nos invita a pasar de una vida religiosa sostenida en prácticas devocionales a ser conscientes de que estamos sostenidos por la gracia y por ello podemos participar activamente en el proyecto de Dios en nuestra historia.

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