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LITURGIA Mayo 5 Comienza a percibirse en los discípulos el efecto de la Pascua de Jesús

2 de mayo de 2019
LITURGIA Mayo 5 Comienza a percibirse en los discípulos el efecto de la Pascua de Jesús

La oración colecta de la misa de este domingo describe la situación del pueblo cristiano que celebra la Pascua de Jesucristo con tres participios: renovado, rejuvenecido…

Antes del episodio del evangelio la asamblea escucha en la primera lectura (Hechos 5, 27b-32.40b-41) la comparecencia de los apóstoles ante el sanedrín, el sumo sacerdote acusa a los discípulos de haber llenado a Jerusalén con el anuncio de Jesús como Salvador; esta inculpación es ocasión para que los apóstoles anuncien el kerigma cristiano insistiendo en tres evidencias, la primera, que Dios resucitó a Jesús, revocando de esta manera la sentencia que había dado del sanedrín; la segunda, que Cristo ha sido constituido por Dios como «jefe y salvador», abriendo un camino de salvación para el pueblo de Israel; y la tercera, que estas evidencias las testimonian los mismos apóstoles «y el Espíritu Santo que Dios da a los que le obedecen».

Estas tres evidencias confirman la réplica inicial de los apóstoles al sanedrín: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres»; cuando el hombre se cierra en sí mismo su camino resulta divergente del camino de Dios, mas cuando alguien busca a Dios para ser conducido por Él, Dios le comunica su Espíritu que atestigua el camino abierto por la Pascua de Jesús.

En la segunda lectura (Apocalipsis 5, 11-14) se avanza en la lectura de apartes importantes del último libro de la Biblia. Luego del prólogo, este libro describe el establecimiento de una especie de sala de tribunal para un juicio. En este contexto, los versículos de la lectura de hoy presentan un himno en honor de Jesucristo resucitado; Él es el Cordero que fue degollado, pero que está vivo y ahora es entronizado como Rey y Juez universal.

El evangelio de la misa de este domingo (Juan 21, 1-19) es un relato de aparición del Resucitado. Al final de cada uno de los cuatro evangelios se narran estas apariciones cuya estructura suele tener tres partes: se principia refiriendo la situación de dificultad de la fe de los discípulos, en la segunda parte el Resucitado se manifiesta recurriendo a la memoria, bien sea a través de texto de la Escritura o de gestos que compartía con los discípulos, y se concluye, en la tercera parte, con el envío misionero de los testigos.

La primera parte del relato de aparición del Resucitado que leemos este domingo, con base en la imagen de la pesca, sitúa la escena en el contexto de la misión de los apóstoles en Galilea. La iniciativa de Simón Pedro, secundada por los demás discípulos, no ha dado resultado.

La segunda parte se introduce cuando la noche cede ante el día: al amanecer Jesús aborda a los discípulos con una pregunta de quien tiene hambre: «Muchachos, ¿tienen pescado?» (En el texto griego Jesús pregunta si tienen ‘ti prosphagion’, ‘algo para comer’).

El resultado de seguir las indicaciones de Jesús es un signo de la abundancia, signo que permite reconocerlo, pero es «aquel discípulo a quien Jesús amaba» el que ‘ve el signo’. Quizá el texto intente decir que el amor es la inteligencia primordial para descubrir a Jesús; de ser esta la intención del narrador, la triple pregunta a Simón Pedro, en la tercera parte, se la puede entender como la guía de Jesús para el verdadero aprendizaje antes de la misión.

Antes de abordar la tercera parte del relato de aparición, es útil reconocer en el texto griego la presencia de dos verbos ‘agapáo’ y ‘philéo’, que se suelen traducir en castellano por ‘amar’. El Nuevo Testamento suele emplear ‘agapáo’ para referirse al amor de Dios, mientras que ‘philéo’ lo deja para decir del amor de amistad.

‘Agapáo’ tiene su origen el Dios (ver Juan 15, 9-11) y viene a ser como la expresión de la fe/fidelidad: «Si guardan mis mandamientos, permanecerán en mi amor». ‘Philéo’ es la vivencia armónica de las relaciones humanas, que para un cristiano tienen su origen en Dios, quien es el que mueve al hombre a vivir en fraternidad con los demás.

Volviendo al evangelio de hoy, en la primera ocasión Jesús pregunta a Simón, hijo de Juan, «¿Me amas [agapás] más que estos?» Esta formulación hace recordar la conclusión de la parábola de la pecadora que ha sido perdonada, en el evangelio según San Lucas (7, 40-43): a quien más se le ha perdonado, más amor demuestra. Desde esta perspectiva, el aprendizaje para la misión principia por reconocer que el ser humano es ‘un perdonado’ y cuanto mayor sea esta toma de conciencia, mayor será la afirmación en el amor a Dios. La respuesta de Simón Pedro se expresa con el verbo ‘philéo’: «Sí Señor; tú sabes que te quiero».

En la tercera ocasión Jesús pregunta al discípulo con el verbo ‘philéo’: «¿me quieres?» Aquí la respuesta de Pedro, luego de poner en evidencia, mediante su tristeza, lo laborioso de este aprendizaje, reconoce que en Dios está el origen del amor, es Dios quien mueve al hombre a amar: «Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero [‘philo se’]».

Antes, durante la última cena, Pedro afirmaba: «¡Aunque todos fallen, yo no!» (Marcos 14, 29), ahora, después de este aprendizaje, sabe que es Dios quien nos lleva a amar, quizá por ello el texto en la respuesta de Simón Pedro emplea ‘philéo’ y no ‘agapáo’. Cuando el discípulo ha comprendido que no es la iniciativa humana sino el amor de Dios quien mueve a la acción está realmente preparado para la misión.

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