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LITURGIA Marzo 24 Nuestra vida no depende del pecado sino de la misericordia de Dios

21 de marzo de 2019
LITURGIA Marzo 24 Nuestra vida no depende del pecado sino de la misericordia de Dios

Cuando la Iglesia se acerca al meridiano de la Cuaresma, la colecta de la misa de este domingo pide de Dios la gracia de continuar empleando eficazmente las herramientas…

A partir de esta introducción a la liturgia dominical, los textos de la Escritura de la liturgia de la palabra de la misa se pueden agrupar en torno al tema de la liberación para obrar el bien.

El primer texto es el conocido episodio de la zarza que ardía sin consumirse (Éxodo 3, 1-8a. 13-15), al inicio de la escena se afirma que Dios ve y oye: ve la situación de aflicción del pueblo y oye las quejas por los maltratos de la esclavitud; en este contexto el libro del Éxodo revela que Dios no es impasible, sino que se involucra y actúa en favor del pueblo obrando la liberación: «He visto la opresión de mi pueblo en Egipto y he oído sus quejas contra los opresores; conozco sus sufrimientos. He bajado a librarlo de los egipcios».

El segundo texto, del apóstol San Pablo (1 Corintios 10, 1-6.10-12) trae al presente aquella acción liberadora de Dios para denunciar una idea mágica que nos podemos formar sobre los sacramentos. Probablemente en la comunidad de Corinto, y entre nosotros, alguno ha llegado a pensar que los ritos del bautismo y de la Eucaristía garantizan inmunidad a quienes los celebran.

El texto paulino recuerda lo ocurrido con la generación de hombres y mujeres que fueron liberados de Egipto, pero en la práctica no asumieron la libertad ‒no se apropiaron de la gracia‒ para agradar con sus actos a Dios, por ello precisamente no llegaron a participar de la promesa de la tierra. Aquella historia truncada es ejemplo para los cristianos, el fracaso de aquellas vidas manifiesta que no es suficiente con participar de unos ritos o ceremonias, es necesario recibir y apersonarse de la gracia que Dios, a través de la liturgia de la Iglesia, hace acontecimiento.

Como es la intención del leccionario de los domingos de Cuaresma, las dos lecturas anteriores buscan ambientar en la asamblea la recepción del evangelio. La revelación de Dios liberando y la necesidad de la participación activa, consciente y fructuosa del hombre acogiendo y poniendo por obra la gracia son los criterios creados por los textos para leer el evangelio de la misa de hoy (Lucas 13, 1-9).

El texto del evangelio presenta dos partes, en la primera hay una especie de confrontación entre dos maneras de comprender el desarrollo de la historia de las personas, en la segunda Jesús propone una parábola que viene a reforzar la enseñanza de la primera parte.

El episodio del evangelio de este domingo se inicia planteando dos concepciones sobre el presente del ser humano. En la secuencia del relato de Lucas, Jesús viene exponiendo su misión, que no deja de ser revolucionaria: la Escritura se cumple hoy; entonces se presentan algunos tratan de poner en tela de juicio el amor de Dios liberando hoy y para ello refieren el acontecimiento de lo que pudo haber sido una masacre en el recinto del templo: el ejército romano provocó la muerte de unos galileos, de manera que se mezcló su sangre con la de los animales que sacrificaban. La respuesta inmediata de Jesús consiste en recordar una escena similar, una tragedia que terminó cobrándose la vida de otras personas en Jerusalén.

En el fondo, sobre estos dos acontecimientos desafortunados, Jesús deja en evidencia un pensamiento fatalista: la vida de quienes hallaron tan trágico final es consecuencia de una carga de pecados. El Maestro propone estos hechos como una llamada para que dejando de fijar la atención en el mal de los demás, los oyentes reconozcamos aquí un llamado a tomar consciencia de la responsabilidad personal y a partir de ello emprender un camino de conversión.

Jesús invita a sus discípulos a salir de aquella especie de fatalismo que explica la vida del ser humano más dependiendo del mal que de la misericordia de Dios; este mensaje se hace más evidente en la parábola de la segunda parte. La historia referida tiene su punto crítico en la osada intervención del empleado que controvierte el deseo del propietario, intervención que no es mero deseo sino la intención de obrar en concreto: «Yo remuevo la tierra y le echo abono».

Se reconoce en esta intervención del empleado de la viña la acción de Jesucristo en favor de los hombres para sacarlos de la comodidad y del inmovilismo para brindarles el alimento que los lleva a ser fecundos. En el camino de la Cuaresma hacia la Pascua este texto invita a buscar una relación sincera con Dios no para evitar el castigo por los males, sino porque sin Él no es posible la vida.

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