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LITURGIA Diciembre 9 Amor de Dios para discernir el camino

6 de diciembre de 2018
LITURGIA Diciembre 9 Amor de Dios para discernir el camino

La vocación y misión de Juan, hijo de Zacarías, encausan nuestra reflexión de este domingo en el sentido de entender la vida cristiana como un permanente éxodo. La…

El texto de la oración colecta de la Misa, evocando el Adviento como la situación del caminar presuroso de la comunidad cristiana hacia el encuentro con el Señor, advierte sobre el riesgo de llegar a perder el horizonte, a partir de ello, la oración pide que la presencia anticipada –sacramental– de Jesucristo «nos haga partícipes de la ciencia de la sabiduría celestial» para que no tropecemos en impedimentos terrenos. Tenemos aquí la expresión de la gracia del Adviento: amor de Dios para discernir el camino.

En este mismo sentido, en la segunda lectura (Filipenses 1, 4-6.8-11) el apóstol San Pablo a la acción de gracias por la entrega de los filipenses al servicio de la evangelización une la petición para que la fe de ellos «siga creciendo más y más en penetración y en sensibilidad para apreciar los valores» evangélicos y de esa manera se preparen para el encuentro con Cristo, cuando venga glorioso.

Tanto la oración colecta como el texto de la carta a los filipenses nos están diciendo cómo Dios está actuando en la historia de cada uno de nosotros a través de su amor –de su gracia– para, de esta forma, hacernos capaces de ponernos en camino; por su parte el profeta Baruc en la segunda lectura de la misa de hoy (Baruc 5, 1-9) manifiesta que la actuación constante de Dios en la historia se da porque Él se acuerda de nosotros.

Dios se acuerda de nosotros y por ello nos estimula con su gracia para que salgamos de nosotros, de nuestras oscuridades, de nuestras seguridades. Este amor de Dios en nosotros, al ir creciendo, como dice San Pablo, nos va haciendo participar del conocimiento de Dios. Participar del conocimiento de Dios quiere decir comenzar a ver las cosas de manera diferente a como el mundo nos tiene acostumbrado a verlas. Este cambio de visión ocurre en quien está siendo transformado en su intimidad por el amor de Dios.

Del texto de San Pablo que escuchamos en la segunda lectura, podemos comprender que este amor de Dios al ir creciendo más y más en el discípulo de Jesús, lo capacita para el discernimiento, y este mismo discernimiento se presenta como camino entre la experiencia inicial del amor de Dios y el encuentro con Cristo cuando venga glorioso.

El discernimiento cristiano está precedido de una sensación de inconformismo, fruto de haber comenzado a ver las cosas de otra manera y esto, al ser obra de Dios, trae consigo una actitud de conversión que afecta a toda la persona. En el evangelio de la misa de este domingo (Lucas 3, 1-6) podemos reconocer esta experiencia cristiana a través de la vocación y misión de Juan Bautista. El evangelista sitúa esta vocación y misión en un contexto bien preciso señalado por el dominio del imperio romano, la hegemonía de Tiberio y de Poncio Pilato, y el tiempo del sumo sacerdote Anás (y Caifás).

En ese ‘orden’ Dios actúa, mas no con intervenciones portentosas, sino dirigiendo su palabra a Juan, hijo de Zacarías. Dios habla y elige un mediador en el desierto, el profeta que recorre el país llamando a todos a la conversión. La conversión es acción de Dios en lo íntimo del ser humano. Juan Bautista provoca a los hombres a salir, a no conformarse con lo que se está viviendo. El profeta invita al éxodo.

La conversión y el bautismo que propone Juan son una decisión personal, más la invitación al éxodo es la manera como Dios actúa en el corazón; pero ya antes Dios ha preparado a cada uno,

mediante la fe inicial, para acoger su palabra como acontecimiento salvífico. Él, comunicándonos previamente su amor, nos ha dispuesto para ver las cosas de otra manera y para dejarnos transformar por su amor; el profeta tiene la misión de despertar este amor inicial que hay en cada corazón humano y estimular de este modo la respuesta personal.

Entonces se comienza a hacer camino, mediante el discernimiento cristiano el discípulo va reconociendo y recorriendo un camino de libertad, de liberación «y toda carne verá la salvación de Dios».

«Que, en nuestra marcha presurosa al encuentro de tu Hijo, no tropecemos con impedimentos terrenos, sino que Él nos haga partícipes de la ciencia divina».

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