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LITURGIA Diciembre 18El Señor nos concede la gracia de prepararnos a la Navidad

15 de diciembre de 2016
LITURGIA Diciembre 18El Señor nos concede la gracia de prepararnos a la Navidad

En esta última semana del Adviento la liturgia busca animarnos y prepararnos para participar en la celebración de la Navidad. Cuando en la Iglesia hablamos de ‘celebrar’…

La celebración del nacimiento de Jesús fue una fiesta que comenzó a entrar en la Iglesia hacia mediados del siglo III; fijémonos que en los anuncios kerigmáticos de los apóstoles no estaba incluido el nacimiento de Cristo, ellos anunciaban fundamentalmente que Cristo murió y resucitó. Cuando el pueblo cristiano comenzó a celebrar la fiesta del nacimiento de Cristo los Padres de la Iglesia vieron la oportunidad de llevaran a la celebración con los fieles la reflexión doctrinal sobre la identidad de Jesucristo que se precisaba en los concilios de ese entonces Nicea (año 325): el Verbo es consubstancial con el Padre, María es Madre de Dios, y de Calcedonia (año 451): la existencia en Cristo de dos naturalezas perfectas.

De ahí que la celebración litúrgica de esta última semana del Adviento y del tiempo de Navidad es confesión de la fe de la Iglesia en el misterio de la Encarnación. Es útil saber que en la Navidad la Iglesia nos invita a acoger con fe el misterio de la encarnación del Hijo de Dios. Insistimos, celebrar cristianamente la Navidad es acoger con fe en anuncio de la encarnación del Hijo de Dios para participar en la vida que Él nos comunica, como expresa la oración colecta de este domingo: que los que conocemos el misterio de la Encarnación, lleguemos a participar del fruto de la Pascua.

El texto de la primera lectura (Isaías 7, 10-14) es la respuesta de Dios al rey Acaz. Cuando el ejército de Siria amenazó con atacar e invadir la ciudad de Jerusalén el rey Acaz pensó en hacer alianzas con otros pueblos para defenderse, pero Dios le comunicó que no era necesario, y el soberano insistió en buscar apoyos humanos, es entonces cuando siguen los versículos que escuchamos hoy, conocidos como el anuncio del Emmanuel y que el evangelista San Mateo cita en el evangelio de este domingo.

En el inicio de este texto de Isaías se manifiesta la débil fe de Acaz, escondida tras una falsa piedad. Dios le ofrece un signo que invitará a confiar en Él y no en las alianzas con otros pueblos, pero el rey rechaza el ofrecimiento divino: «No quiero exigir pruebas al Señor». En el fondo el monarca no quiere correr el ‘riesgo de la fe’. Frente a las seguridades humanas, Dios propone acoger la salvación que es iniciativa de Él. En este episodio resulta central la revelación del nombre del niño que nacerá: Emmanuel, Dios con nosotros.

En la segunda lectura (Romanos 1, 1-7) escuchamos el saludo y la presentación de San Pablo a los cristianos de Roma. Recordemos que San Pablo escribe a una comunidad que él no ha conocido hasta entonces, por ello necesita presentarse y dejarles saber que Dios lo ha elegido para predicar el Evangelio. En este contexto el Apóstol ofrece un breve resumen del ‘Evangelio de Dios’.

Este texto anuncia dos contenidos importantes para nuestra preparación a la fiesta del nacimiento de Jesús, en primer lugar que Jesús es heredero de la historia del pueblo de Israel y, en segundo término nos ayuda a conocer sobre la identidad de Jesucristo. Estos dos contenidos del texto de la segunda lectura los hallamos también en el evangelio de la Misa de hoy (Mateo 1, 18-25). Veámoslos.

Los cristianos católicos en un buen número no estamos habituados a la historia de la primera alianza; sin embargo, es útil conocer las promesas de salvación, que animaron la fe de Israel, para entender con mayor hondura la persona y la predicación de Jesús. En el texto de la carta a los Romanos San Pablo expresa que la salvación de la humanidad viene a través de la historia de Israel, el Mesías «fue descendiente de David, para morir» en el sentido de ser hombre mortal.

«Pero a partir de su resurrección, recibió los poderes de Hijo de Dios, para darnos el Espíritu Santificador». Esta secuencia encarnación–muerte–resurrección la encontramos también en la oración colecta. A través del misterio pascual del Hijo de Dios hecho hombre Dios nos concede el don el Espíritu para llevar una vida cristiana (véase Romanos 8, 6-11).

A lo largo de la narración del evangelio según San Mateo la identidad de Jesús es un conocimiento que no es el resultado del esfuerzo humano; en el texto de este domingo es el ángel quien revela en sueños a José el origen divino de Jesús y su misión de salvador; más adelante (véase Mateo 16, 17) Jesús dice a Simón que el llegar a reconocer al Mesías no es fruto de la naturaleza humana sino del Padre que está en el cielo. La salvación que Dios nos ofrece en Jesús –el mesianismo de Jesús– es gracia que sobrepasa toda aspiración humana. El Hijo de Dios hecho hombre es salvador porque siendo Dios puede liberar a los hombres del pecado.

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